Claudia Leslie Aguilar Rojas
¡Oh muerte!
Si el tiempo dejase de ser tiempo
y la vida fuese sólo un instante fugaz más larga
y el homo sapiens moderno entendiese tu misión
con certeza serías sacrificada.
Ojos fríos,
manos frías…
déjame hoy darte un saludo.
Aun cuando otros te temen y te odian
imposible para ellos entender que sin ser amiga
tampoco eres enemiga.
¿Cómo explicarles que te conozco?
Que caminas a veces a mi lado
y mis sentidos te perciben…
que conocerte tiene significado vital
para los seres humanos
y sólo…
simplemente ellos lo desconocen.
Que la vida también empieza después de ti,
que la obra magnífica de Dios inicia después de ti.
Y caminas en silencio encadenada a la vida,
siendo muerte.
Sin libertad de gritar o susurrar tu propia verdad.
Vedada para tus labios la misteriosa realidad.
Ingrata misión la tuya
que acompañas a quién no te quiere,
incomprendido el significado extraño de tu misión.
Y no puedes prescindirla.
No puedes olvidarla.
¡Tu misión no prescribe!
Tu paso es inevitable,
inevitable al tiempo y a la vida,
vences al hombre grande o pequeño,
a la razón y al dolor,
a la mejor medicina y al dinero.
Incluso al amor...
Déjame darte un saludo,
déjame decirte que el tiempo,
un día dejará de ser tiempo,
y tu obra divina concluirá.
Y sólo añoraremos el descanso:
cuando el hombre gane su batalla con la vida
ante Dios,
y merezca vivir el fin del ciclo material.
Hasta ese día...
Y hasta que el hombre actual incrédulo lo entienda
y pueda aclararse su instante de luz
y este ser eterno,
levantándote la mano con afecto...
cuando aún no es la hora...

¡Déjame darte un saludo!