Claudia Leslie Aguilar Rojas
Uno de esos tantos días...
caminando en silencio por mis solitarios espacios,
te vi...
solo,
en medio de la oscuridad y la bruma…
y no te reconocí…
Vi tu rostro endurecido por la tragedia infinita de la vida.
Tus pupilas empañadas por el amargo devenir.
Eras tan joven…
Aquel día hablé contigo…
¡Y no te entendí!
Me dijiste que era duro seguir viviendo
con el corazón destrozado
ignorándose a si mismo,
amando en silencio,
mirando sin ver,
confundiéndose entre las imágenes retorcidas
del gran espejismo de la vida.
¡Sangrando día a día!
Sólo perdóname...
¡No te comprendí!
Luego vino tu silencio,
frío,
cortante,
desconcertante.
Y tal vez yo quería comprender…
e intenté desesperadamente asirme de tu mano
pero te me escapabas lentamente,
como fantasma entre mis propias brumas,
como agua entre mis dedos.
¡Caminabas tu propio territorio!
Y yo solo quería enriquecerme con tu extraña sabiduría
sobre la vida,
deleitarme con tu rara presencia.
Tú te me ibas…
Y yo quería tenerte un minuto más...
¡sólo uno!
¡Y qué ironía!
Ni siquiera te comprendía…
Me miraste silenciosamente con la más infinita pena
bajaste la mirada con tristeza y resignación.
Algún día entendería…
¡Algún día!
Tal vez cuando en mi pecho sólo anide la nostalgia,
la soledad,
cuando la luna baje sobre mis interminables noches de
insomnio,
cuando mi vida busque una dirección,
un sentido verdadero.
O cuando mi piel perciba de nuevo la dulce
y tibia caricia del viento,
cuando me vista de valor,
y mi corazón se despoje del dolor.
Tal vez cuando me encuentre hastiada de beber
día a día mi propia sangre y dolor.
Giraste sobre ti suavemente...
¡Que ciega estaba!
Eras una parte de mi alma ingenua y herida
que se alejaba para siempre de mi vida.
Publicado en mi libro "Luces y Sombras de mi Arcoiris Literario", páginas No. 15, 16 y 17.
No hay comentarios:
Publicar un comentario